Dicen los historiadores que en las aguas entre Paros y Naxos hubo un derrame de Cielo en el que algunos dioses cayeron al mar. Aquellos que acunaron los barcos para dormir la ansiedad de los que venían de paso. Los que en el horizonte acariciaban su pasado y al otro extremo erosionaban su presente.
Tan tremendo fue aquel derrame que los muros de las casas, los ropajes, las embarcaciones y las almas se inundaron de nubes. Esas que solo lloran cuando los olivos le recuerdan que las raíces no se venden, que el aceite es del pueblo y que Dios es más que uno.
Los caminos en Paros nunca se detienen y siempre te devuelven al mismo sitio una y otra vez. Como si supieran que hace falta dar una vuelta antes de volver a empezar.
Dicen los expertos que en las aguas entre Paros y Naxos habrá un derrame de Cielo en el que algunos dioses caerán al mar. Aquellos que acunarán los barcos de los que deban irse, hacia el horizonte donde pertenecen a susurrarle al resto que aquí no los quieren más.
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