“La experiencia es un peine que te
da la vida cuando te quedás pelado”
Ringo Bonavena
Disculpe Susana si nunca exploté. Siempre, se lo juro, fue por el peine.
Cada vez que se venía el estallido desaparecía el peine. Usted sabe o
sospechó de mi pelo intratable. Luché toda mi vida, Susana. Ni la propia
gravedad supo controlarlo.
La gomina ayudaba, claro, pero necesitaba como sea pasarme el
peine. Cada vez que se venía mi canto, que la expulsión estaba latente,
desaparecía el peine. Disculpe Susana.
Una vez, recuerdo, el nudo de mi garganta se destrabó fácil.
Increíblemente eran mías las palabras que fluían así tan expresivas, poéticas y
sinceras. Yo era el dueño de tan acordes palabras. Resbalaban, Susana.
Iban livianas, ágiles pero no vacías. Corrían con contenido, con fuerte y
pesado sentir. Las de esa vez eran las palabras que siempre quise decirle
Susana.
Esa fue la vez de más confianza. La de mayor coraje. Tanto que el miedo
quedó casi asfixiado. Ahorcado, ahí, de rodillas ante mí. Recuerdo que en un
santiamén y sin tijeras coseché todas las margaritas del jardín de mi madre. Me
perfumé desesperado y lleno de ilusión. La gomina ya estaba desparramada por toda
la cabellera Susana. El pelo casi rendido ante mi decisión. Mansito. Nunca tan
dócil, entregado, como esa vez. Pero el peine no estaba Susana…en ningún
lado…no estaba… tampoco en el cuarto de mi abuela. No estaba, el peine no
estaba.
…
Perdón por estas lágrimas. Perdón por este viejo pañuelo, no me esperaba
este desconsuelo Susana.
…
… experiencia. Entonces compré tres peines, un paquete con tres. Por si
alguna vez retornaba esa divina inspiración, esas dicciones perfectas.
No tardó en volver. Pues esta vez el factor perturbador estaba
controlado Susana ¡Imagínese que contaba con tres peines! Seguramente que las
palabras eran más toscas que aquella vez, pero, supongo yo, que hubieran salido
sinceras. Más prácticas que bellas. Estaba relajado esta vez, hasta jugué
frente al espejo, coqueteé con el grosor, con los dientes de cada peine:
Esta vez usted no pasó por la vereda. Fue cuando su sarampión.
…
Si hay próxima vez, traeré un nuevo pañuelo. Vendré seguramente mejor
escudado ante el dolor.
…
Lo más doloroso fue cuando corrí hasta la Iglesia –como en las
telenovelas- dispuesto a interrumpir su casamiento. Lo hacía por su felicidad
Susana. ¿Cuánto más importante era su felicidad que la de sus padres Susana?
¿Cuánto más valiosa era que las propiedades y las tierras del ingeniero?
¿Cuánto más que un apellido? Por eso es que corrí como nunca Susana, pero el
viento… Fui apresurado y sin peine Susana. El soplo era tremendo y no podía yo
salvar su felicidad con mi cabello rozando los pájaros. Hasta usted Susana me
hubiera visto como un ridículo con pretensiones de héroe.
…
Disculpe por este pañuelo gastado Susana, por mis lágrimas también.
Disculpe si le falto el respeto, y disculpe si la respeté demasiado.
Disculpe por acercarme aquí, hasta su tumba. Lo que siempre quise hacer
es decirle que la amaba. Que la amo… ¡que te amo Susana! Con estas ganas
de estar muerto, te amo.
Disculpe si la tuteo, disculpe si no me saco el sombrero.
el final a destiempo del colerico amor al que no se atrevio marquez!
ResponderEliminarpulgar arriba con una sonrisa